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Tras un agotador viaje desde Kuta, en Bali, de mas de 11 horas en las que tomamos tres autobuses y un ferry, al fin llegamos en plena noche a Cemara Lawang, en la cima del monte Bromo, a mas de 2.600 m de altura. No había un alma por la calle, hacía un frio de puro invierno (5ºC), estaba oscuro y la niebla lo cubría todo, por lo que no pudimos hacernos una idea de donde habíamos llegado. Nos costó encontrar alojamiento y lo cierto que este ha sido el mas rudimentario y austero de todos los que hemos tenido a lo largo de nuestra aventura. Dos colchones de espuma de mínimo grosor sobre una tabla de madera en una habitación donde apenas cabían las camas, con un baño compartido que daba verdaderamente asco y en el que no nos atrevimos ni a ducharnos durante nuestra estancia.
Despertarnos a la mañana siguiente fue lo que necesitábamos para olvidar el viaje y el hotel en el que estábamos alojados. El paisaje era absolutamente increíble. El hotel estaba exactamente en el borde de la caldera del volcán Bromo. Una gigantesca caldera de 10 km de ancho completamente llana en la que sobresalían tres cráteres. El mas activo era el chato cono del Bromo del que salía una enorme columna de humo, flanqueado por los otros dos picos. Fuera de la caldera y a mas de 3.600 m de altura se erguía el pico mas alto de Java, el volcán Tengger. Es un paisaje sobrecogedor, que recuerda a la luna u otro planeta sacado de las películas de ciencia ficción, y que desde luego, jamás habíamos visto otro igual.
Nos pusimos camino al cráter del Bromo atravesando la enorme caldera a pié a media mañana, lo que nos permitió visitar el volcán sin un solo turista occidental a nuestro alrededor. Mirar dentro del cráter y ver como emanaba humo a borbotones con un intenso olor a azufre ponía los pelos de punta y te hace pensar lo vivo que está nuestro planeta.
Los turistas que llegan hasta aquí, hacen una excursión en jeep para ver el amanecer a las 5 y media de la madrugada, visitan el volcán muy temprano y se marchan. Nosotros la hicimos al día siguiente, por la curiosidad de ver el amanecer desde otro pico y desde luego que no merece tal madrugón. Ha sido la primera excursión organizada que hemos hecho en el viaje y os aseguramos que también será la última. Aquello parecía una romería de jeeps o un concurso de japoneses a ver quién lo tenía mas grande (el objetivo de la reflex, claro).
Sin embargo el primer día fue completamente diferente. Cuando llegamos a la cima del Bromo a pié, los lugareños no paraban de mirarnos asombrados que estuviésemos allí solos, sin jeep y sin otros doscientos blanquitos a nuestro alrededor y desde luego que nos lo agradecieron dándonos un montón de muestras de cariño. Tan asombrados estaban que el humo del Bromo dejó de ser la gran atracción del lugar para serlo nosotros. Todo el mundo quería fotografiarse con nosotros, no se ni cuantas veces accedimos a posar junto a niños, adolescentes y mayores. Nos sentíamos como Casillas y Sara Carbonero en un acto público. Era curioso ver como un señor se quitaba la chaqueta y se arreglaba el cuello de la camisa para salir guapo en la foto con tan extraños personajes,. Y es esto lo que buscamos en este viaje, lo que lo convierte en aventura, lo que hace que esto no solo sea irse de vacaciones, sentirnos extraños en un mundo extraño, pero sintiendo el afecto de la gente y contemplar aquel alucinante sitio junto a ellos fue una experiencia inolvidable.