miércoles, 27 de octubre de 2010

BANGKOK NIGHT


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La capital de Tailandia es una ciudad de sensaciones. Puedes amarla, odiarla o las dos cosas a la vez. Lo cierto es que se trata de un lugar que no te dejara indiferente y que desde luego merece la pena conocer. En esta ocasión nosotros nos hemos dedicado a relajarnos, aprovechar para subir fotos, preparar el viaje a Camboya y salir de copas, cosa que no hemos hecho mucho durante el viaje y ya nos apetecía y hemos dejado de lado la parte turística de la ciudad para la próxima ocasión, en nuestros últimos días de viaje.
Si Bangkok ya de por si es un mercadillo gigante, el domingo estuvimos en el mayor de ellos, de hecho el mayor mercado al aire libre del mundo, Chatuchak, un lugar que se nos antoja inabarcable y donde no compramos demasiado, pero que a pesar de ser agotador resulta bastante entretenido, con sus puestos de cosas sin utilidad alguna, sus millones de camisetas y la música ambulante de lo mas curiosa.




También hemos aprovechado para pegarnos un autentico festín de comida tailandesa por cuatro duros en la zona de Soi Rambutri, cercana a la archiconocida calle Khaosan Rd. y donde nos hemos alojado en esta ocasión descubriendo que los alojamientos son mejores y mas baratos que en la famosa calle de los mochileros, que cada día es mas cara.

La comida tailandesa me pirra, sin duda le da cien vueltas y es mucho mas variada que lo que hemos estado comiendo en Indonesia y Malasia y ha sido todo un descanso poder disfrutar de los guisos tailandeses a base de coco y cilantro. Dios adoro el cilantro! Como por todos los que me conocéis es sabida mi afición a la gastronomía prometo escribir un post mas adelante sobre este tema.



Pero de lo que teníamos ganas es de salir de marcha asíque aprovechamos nuestros días en Bangkok para irnos de juerga. La noche en el barrio de Banglamphu es extraña, seductora, caótica y también algo hortera, un cocktail perfecto para reírse junto a otros viajeros y la gente local. A base de cerveza Chang y ron Samsong pasamos la mayor parte de las noches en los improvisados bares que se forman en la calle, escuchando al mismo tiempo cien estilos de música de diferentes que salían a todo volumen de los bares y mezclados con el dj que ponía techno en plena calle Khaosan.





También visitamos una discoteca donde había un concierto bastante aburrido en la terraza y donde en la pista de baile interior sonaron “temazos” tales como la versión techno de Dirty Dancing (que grande!) seguidos de música trance o de Shakira, con su cansina canción del mundial de futbol, y que los cuatro gatos que allí estábamos bailamos como si estuviera pinchando Richie Hawtin.

Luego están los vendedores que se te acercan mas o menos cada dos minutos intentando venderte las cosas mas absurdas que os podáis imaginar, haciendo sonar una rana o tirando al aire unas plumas fluorescentes. Eso cuando estas sentado porque cuando te mueves te intentan vender desde masajes a trajes de seda, así como te ofrecen tuk tuk para ir al Ping Pong Show o al barrio rojo, o como dicen ellos “tuk tuk to pum pum sir?”

Y para terminar una foto especial petición para mi tio Paco de Cadiz:

domingo, 24 de octubre de 2010

KHAO SOK, EL PODER DEL AGUA


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La primera vez que vine a Tailandia aluciné con este lugar. Para mi sin duda es de lo mejor del país y no podía marcharme sin enseñarle a Aitzi el lago de Khao Sok así como el Treehouse Resort, un hotel hecho en casas en los árboles y todo el mobiliario hecho artesanalmente con troncos y ramas, así que tiramos un poco la casa por la ventana para alojarnos allí. Lo cierto es que hemos tenido varios tira y afloja con la encargada, y esta dejó de sonreírnos en el momento que tras contratar una excursión donde nos aseguraba que todo estaba incluido, nos pidió otros 200 baths mas como entrada al parque nacional. Nos negamos a pagar y se mosqueó pero estamos hasta las narices de que nos intenten tomar el pelo y estamos ya mas que curtidos en estas lindes, así que no tuvo mas remedio que ceder. Por lo demás la dueña nos trató genial y el sitio sigue siendo maravilloso, incluso le han hecho piscina. Todo un lujazo.







El parque nacional de Khao Sok, en la provincia de Surat Thani es una de las junglas tropicales mas antiguas del mundo y en su ecosistema alberga mas especies de fauna y flora que el mismísimo Amazonas. La parte principal del parque esta dominada por un inmenso lago flanqueado por montañas calizas que parecen moldeadas a capricho. Las formas que adquiere la piedra tras sufrir durante miles de años procesos kársticos son alucinantes. El agua consigue penetrar en la roca disolviendo la caliza y dando lugar a paredes verticales, grutas y relieves de lo mas curiosos. Esa misma agua que después las cubre de vegetación hasta formar auténticos muros verdes creando uno de los paisajes mas espectaculares que hemos visto en la vida. Un claro ejemplo del poder del agua en la naturaleza.








En temporada baja el recorrido es diferente al que hice con Paco y Alberto un año atras. La espectacular cueva de Namtaloo está cerrada asíque te llevan a otro punto diferente del lago. El trekking no fue muy espectacular y cortito pero tras caminar un rato por la jungla llegamos a un pequeño embarcadero en un lago mas pequeño donde nos montamos en una balsa de bambú chulísima y donde te sentías un autentico habitante de la jungla.







Llegamos a una cueva bastante pequeñita pero donde pudimos ver rocas realmente interesantes, estalactitas, columnas y formaciones de lo mas curiosas. Nos encantó.




De vuelta paramos a comer en las casas flotantes del lago donde dimos buena cuenta de un suculento pescado, así como de diversa comida tailandesa y unos dulces caseros muy buenos. Tuvimos tiempo para relajarnos y pegarnos unos bañitos en las cristalinas aguas del lago antes de coger el bote que nos llevase de vuelta.



Abandonamos la jungla en el tren nocturno camino de la gran ciudad, Bangkok, donde pasaremos dos o tres días antes de dirigirnos a Camboya a uno de los lugares mas esperados del viaje, los templos de Angkor.

jueves, 21 de octubre de 2010

KOH LIPE, EL SEPTIMO CIELO


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Koh Lipe, en el parque nacional de Tarutao, al sur de Tailandia, es uno de esos lugares que cuando uno llega es difícil abandonar. Para llegar hasta aquí volamos de Jakarta a Penang, en Malasia, donde cogimos un autobús hasta la frontera e hicimos noche en Hat Yai, para al día siguiente coger un minibus hasta el puerto de Pakbarat.

En Hat Yai tuvimos la oportunidad de ver un desfile de una fiesta china que se celebra en octubre y quedamos estupefactos al comprobar que se trataba de una cabalgata de gente que se cortaba la lengua con cuchillos y hachas y derramaba la sangre por la camiseta, así como se atravesaban toda la cara con clavos. Solo vimos el desfile desde la ventana de nuestro hotel ya que no sabíamos nada, pero quedamos impactados. Escalofriante.





Pero si escalofriante fue el desfile chino, el viaje en barco desde Pakbarat a Koh Lipe lo fue aún mas. En el final de la temporada de lluvias en Tailandia nos cayó una tormenta en pleno mar como jamás habíamos vivido. Enormes olas zarandeaban el barco como una cáscara de nuez y entraban en el mismo empapándonos a todos y a todo lo que había en él. Se vieron caras de miedo y gente vomitando hasta que finalmente llegamos a nuestro destino.

Llegar a un lugar como Koh Lipe hizo que el viaje mereciera la pena. Playas de un intenso color turquesa y una arena tan blanca y fina que deslumbraba. Es la mejor playa que hemos visitado en la vida, y dudo que haya muchas en el mundo capaz de superarla. Si a esto sumamos que es temporada baja y apenas hay gente en la isla, bañándonos casi siempre solos y con unos precios increíbles, nuestra estancia se convirtió en una auténtica gozada.






Incluso en los momentos que el monzón descargaba sus últimas lluvias camino de los países del sur el paisaje era absolutamente irresistible. Una neblina cubría todo hasta casi quedarte sin visibilidad y el agua se tornaba de un color casi fluorescente que parecía sacado de una película de terror, realmente alucinante.








Hemos disfrutado mucho, hemos comido pescado hasta atiborrarnos por precios irrisorios y nos hemos alojado en un bungalow en la misma arena de la playa. Además los gin tonic nocturnos junto a nuestros amigos del Mellowmango Bar jugando a todo tipo de juegos han sido de lo mas divertido y yo he aprovechado para hacer algunas inmersiones en busca del tiburón ballena, que no he conseguido ver, pero que a pesar de ello han sido muy buenas, así como la barbacoa en una playa de una isla desierta, donde caía una cascada de agua dulce espectacular. Un lugar realmente bueno y que recomendamos a todos los que tengan pensado visitar Tailandia.



Después de unos días descansando de nuestro palizón por Java, volvemos a la carga visitando un lugar realmente especial para mí, que ya lo conozco del viaje con Paco y Alberto, el parque Nacional de Khao Sok. Pero eso os lo contaremos

martes, 19 de octubre de 2010

BOGOR, ÚLTIMA PARADA EN INDONESIA


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Bogor ha sido el último lugar de Java que hemos visitado antes de poner rumbo a Tailandia. Llegamos después de que el autobús nos bajara a unos 15 km de la ciudad en un mercado donde ni cristo hablaba ingles y no sabíamos donde estábamos, ya que pensábamos que nos dejarían en la ciudad. Finalmente conseguimos montarnos en un Angkot que nos llevara al centro.






- Son 3000 rupias cada uno, nos dijo cuando montamos.

Viendo que el conductor se lo curraba un poquito y nos llevo exactamente al punto que nosotros queríamos decidimos que le daríamos el billete de 10.000 rupias que teníamos sin esperar al cambio, pero para nuestra sorpresa, cuando le pagamos nos pedía 50.000.

- ¿50.000 rupias? ¿estás loco? Acabamos de hacer un viaje de nueve horas en bus por ese dinero. No vamos a darte eso ni de broma.

El tío insistía pero le dejamos muy claro que no le íbamos a dar un céntimo mas del billete de 10.000, y gracias, porque de haber tenido suelto, se hubiese llevado solo las 6.000 correspondientes. Nos bajamos del pequeñísimo autobús y nos piramos.

Hicimos poco mas que pasear por el parque botánico y ver el basurero tan tremendo que es la ciudad, y alucinamos por las peluquerías en plena calle donde el pegajoso suelo se había convertido en una “moqueta” de pelo, pasamos la última noche en el aeropuerto de Jakarta para despedirnos de Indonesia, y poner rumbo a nuestro siguiente destino.



Hemos recorrido mas de 1.400 km de este a oeste utilizando todo tipo de transporte, y en Indonesia es complicado y muy sufrido viajar por tu cuenta. Fuimos desde Bali a Probolingo compartiendo una minivan con una cuadrilla de currelas javaneses, sin aire acondicionado, diez personas para nueve plazas durante mas de doce horas, y eso era solo el principio. La superpoblación hace que circular por carretera sea muy lento, lentísimo, y volvimos a experimentarlo en otro palizón hasta Yogyakarta. Otras diez horas para hacer 500 km pegando frenazos, esquivando motocicletas y en carreteras llenas de baches.



El siguiente viaje decidimos hacerlo en tren y la verdad que fue mucho mas rápido. Es curioso ver los ventiladores atornillados en el techo del tren en los vagones de segunda clase. No hemos probado los trenes ekonomi pero por lo que hemos podido ver la gente va como en una lata de sardinas, de pie, en el techo del vagón, realmente alucinante, y es que son 140 millones de habitantes en una isla que no llega ni a la mitad de superficie que España.




Hemos viajado en autobuses con el culo de alguno pegado a la cara y el último desplazamiento entre Pangandaran y Bogor fue realmente espantoso, en un autobús con filas de cinco asientos minúsculos donde se meten seis o siete personas, con un calor infernal y con las rodillas clavadas en el asiento de delante.

Luego está el circo que se monta en cada una de las paradas que realizan trenes y autobuses. Sube un revisor para contar los viajeros seguido de una legión de vendedores que tratan de endosar comida, abanicos, pegatinas, fruta y los objetos mas insospechados a los viajeros. Se suben jóvenes cantando y tocando la guitarra pidiendo dinero e incluso se subió un Imán que practicó una liturgia musulmana recitando versos del Corán durante un buen rato, para después pasar el cepillo y bajarse en la siguiente parada con los bolsillos llenos. Todo un show. Eso aparte de llevar las miradas clavadas en nosotros durante todo el trayecto.




Y con esto hemos llegado al ecuador de nuestra aventura, cumpliendo dos meses entre Malasia, Singapur e Indonesia. Todavía nos quedan muchos kilómetros por delante y muchos lugares que descubrir, asíque a ello vamos.

Lo cierto es que Java nos h gustado muchísimo mas de lo que esperábamos, a pesar de la lucha constante que hemos mantenido con el tema de los precios, ya que tienes que regatear hasta el precio del billete del autobús, y no pagar nunca mas de la cuarta parte de lo que te pidan inicialmente. Aún así nos hemos mantenido firmes y hemos conseguido sacar unos precios mas que aceptables, y hemos disfrutado de lo lindo de las maravillas de la isla.

lunes, 11 de octubre de 2010

PANGANDARAN Y BATU KARAS


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Llovía a cantaros cuando llegamos a Pangandaran y nos montamos en un bici-taxi en el que apenas cabíamos los dos, y encima con las mochilas. Nos calamos hasta los huesos pero en compensación encontramos un buen alojamiento, limpio y muy económico. Éramos los únicos huéspedes del guesthouse, y pronto nos dimos cuenta que de los pocos de la ciudad.


Era extraño pasear por un lugar atiborrado de hoteles y que no hubiese prácticamente nadie por la calle, como una ciudad fantasma, no sabemos muy bien si por que era temporada baja (o bajísima) o porque el lugar, antaño muy popular en Java para los surfistas, todavía no se ha recuperado del golpe asestado por el último tsunami en 2006, que causo la muerte de 60 personas y del cual aún pueden verse las secuelas.




El lugar en si tiene poco encanto, por no decir ninguno, las playas no son buenas y están bastante sucias, pero sin embargo, ante tanta oferta hotelera y tan poca demanda, ha sido una buena y barata base para explorar los parques nacionales de alrededor, que una vez mas, nos han quedado boquiabiertos.

Fuimos con la intención de no contratar guía para ver el Pangandaran Taman Nasional Park, pero tras dar un par de vueltas nos dimos cuenta que los senderos no podríamos recorrerlos nosotros solos, ya que estaban difusos y había bastantes posibilidades de perdernos en la jungla, por lo que nos fuimos a la playa y comenzamos a regatear hasta que sacamos un guía para nosotros solos a buen precio.

El camino estaba embarrado y resbaladizo por las lluvias del día anterior pero fue fantástico recorrer aquellos senderos, conocer las infinita cantidad de posibilidades medicinales y de uso cotidiano que tienen cada una de las plantas gracias a nuestro guía y acabar apareciendo en un lugar tan increíble. El sendero se convirtió en río y comenzamos a bajar por el, caminando por el agua que discurría por roca volcánica hasta que llegamos al borde de una cascada que desembocaba en un bravo mar. La parte superior de la cascada era una poza de agua fría ideal para refrescarse, ya que literalmente sudamos a chorros. Era la piscina perfecta, con unas vistas sublimes del mar, del fuerte oleaje rompiendo contra las rocas, y pasamos un buen rato bañándonos con nuestro guía allí antes de proseguir.










Continuamos por otro sendero durante mas de una hora, bajando desde la cascada hacia la playa y finalmente llegamos a una desierta playa de arena blanca realmente bonita y atiborrada de monos a la espera de un descuido para robarnos así como enormes lagartos que andaban a sus anchas tras los árboles. Eso si el agua del mar estaba hirviendo, y un pequeño baño fue mas que suficiente antes de regresar.






Pero si el parque nacional nos gustó no iba a ser menos el famoso Cañón Verde de Batu Karas. Contratamos transporte y allí conocimos a Flo, una simpática francesa que llevab nueve meses viajando y que sería nuestra compañera en los siguientes días. La deseamos mucha suerte en su búsqueda de empleo en Australia. Visitamos en el pueblo una fabrica de azúcar moreno que extraían de los cocoteros y un taller de marionetas que estaba al lado y donde nos hicieron una improvisada representación que estuvo bastante graciosa.




Tuvimos que esperar un buen rato para poder coger el bote al cañón, ya que necesitábamos otras dos personas para llenar la barca. Después de una hora por fin aparecieron dos holandeses para compartir el viaje y comenzamos a remontar el río.

El lugar es de película, con enormes paredes verticales y cuevas de las que cuelgan grandes estalactitas. Una vez llegamos a una cascada donde el bote no podía seguir subiendo, nos dieron la posibilidad de lanzarnos con un chaleco salvavidas al río y bajar el tramo de los rápidos nadando a toda velocidad. Fue divertidísimo y paramos justo bajo una cascada para bañarnos debajo.










A la vuelta paramos en el pueblecito pesquero de Batu Karas, comimos en la playa donde había bastantes chavales aprendiendo a surfear y visitamos un centro de rehabilitación de tortugas que tampoco tenía mucha gracia y parecía mas bien un lugar donde entretener a los turistas y donde cómo siempre intentaron sacarnos algún “donativo”, y también como siempre, fracasaron. Salimos del pueblo por un puente colgante de bambu que parecía sacado de una peli. Al parecer tiene mucha importancia ya que te ahorra un buen paseo para ir del pueblo al mercado y cobran un peaje de 1000 rupias para cambiar el bambú cada tres meses.






Los siguientes días los pasamos de relax antes de dirigirnos a Bogor, última parada de nuestra aventura en Indonesia.