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Bogor ha sido el último lugar de Java que hemos visitado antes de poner rumbo a Tailandia. Llegamos después de que el autobús nos bajara a unos 15 km de la ciudad en un mercado donde ni cristo hablaba ingles y no sabíamos donde estábamos, ya que pensábamos que nos dejarían en la ciudad. Finalmente conseguimos montarnos en un Angkot que nos llevara al centro.
- Son 3000 rupias cada uno, nos dijo cuando montamos.
Viendo que el conductor se lo curraba un poquito y nos llevo exactamente al punto que nosotros queríamos decidimos que le daríamos el billete de 10.000 rupias que teníamos sin esperar al cambio, pero para nuestra sorpresa, cuando le pagamos nos pedía 50.000.
- ¿50.000 rupias? ¿estás loco? Acabamos de hacer un viaje de nueve horas en bus por ese dinero. No vamos a darte eso ni de broma.
El tío insistía pero le dejamos muy claro que no le íbamos a dar un céntimo mas del billete de 10.000, y gracias, porque de haber tenido suelto, se hubiese llevado solo las 6.000 correspondientes. Nos bajamos del pequeñísimo autobús y nos piramos.
Hicimos poco mas que pasear por el parque botánico y ver el basurero tan tremendo que es la ciudad, y alucinamos por las peluquerías en plena calle donde el pegajoso suelo se había convertido en una “moqueta” de pelo, pasamos la última noche en el aeropuerto de Jakarta para despedirnos de Indonesia, y poner rumbo a nuestro siguiente destino.
Hemos recorrido mas de 1.400 km de este a oeste utilizando todo tipo de transporte, y en Indonesia es complicado y muy sufrido viajar por tu cuenta. Fuimos desde Bali a Probolingo compartiendo una minivan con una cuadrilla de currelas javaneses, sin aire acondicionado, diez personas para nueve plazas durante mas de doce horas, y eso era solo el principio. La superpoblación hace que circular por carretera sea muy lento, lentísimo, y volvimos a experimentarlo en otro palizón hasta Yogyakarta. Otras diez horas para hacer 500 km pegando frenazos, esquivando motocicletas y en carreteras llenas de baches.
El siguiente viaje decidimos hacerlo en tren y la verdad que fue mucho mas rápido. Es curioso ver los ventiladores atornillados en el techo del tren en los vagones de segunda clase. No hemos probado los trenes ekonomi pero por lo que hemos podido ver la gente va como en una lata de sardinas, de pie, en el techo del vagón, realmente alucinante, y es que son 140 millones de habitantes en una isla que no llega ni a la mitad de superficie que España.
Hemos viajado en autobuses con el culo de alguno pegado a la cara y el último desplazamiento entre Pangandaran y Bogor fue realmente espantoso, en un autobús con filas de cinco asientos minúsculos donde se meten seis o siete personas, con un calor infernal y con las rodillas clavadas en el asiento de delante.
Luego está el circo que se monta en cada una de las paradas que realizan trenes y autobuses. Sube un revisor para contar los viajeros seguido de una legión de vendedores que tratan de endosar comida, abanicos, pegatinas, fruta y los objetos mas insospechados a los viajeros. Se suben jóvenes cantando y tocando la guitarra pidiendo dinero e incluso se subió un Imán que practicó una liturgia musulmana recitando versos del Corán durante un buen rato, para después pasar el cepillo y bajarse en la siguiente parada con los bolsillos llenos. Todo un show. Eso aparte de llevar las miradas clavadas en nosotros durante todo el trayecto.
Y con esto hemos llegado al ecuador de nuestra aventura, cumpliendo dos meses entre Malasia, Singapur e Indonesia. Todavía nos quedan muchos kilómetros por delante y muchos lugares que descubrir, asíque a ello vamos.
Lo cierto es que Java nos h gustado muchísimo mas de lo que esperábamos, a pesar de la lucha constante que hemos mantenido con el tema de los precios, ya que tienes que regatear hasta el precio del billete del autobús, y no pagar nunca mas de la cuarta parte de lo que te pidan inicialmente. Aún así nos hemos mantenido firmes y hemos conseguido sacar unos precios mas que aceptables, y hemos disfrutado de lo lindo de las maravillas de la isla.
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