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Koh Lipe, en el parque nacional de Tarutao, al sur de Tailandia, es uno de esos lugares que cuando uno llega es difícil abandonar. Para llegar hasta aquí volamos de Jakarta a Penang, en Malasia, donde cogimos un autobús hasta la frontera e hicimos noche en Hat Yai, para al día siguiente coger un minibus hasta el puerto de Pakbarat.
En Hat Yai tuvimos la oportunidad de ver un desfile de una fiesta china que se celebra en octubre y quedamos estupefactos al comprobar que se trataba de una cabalgata de gente que se cortaba la lengua con cuchillos y hachas y derramaba la sangre por la camiseta, así como se atravesaban toda la cara con clavos. Solo vimos el desfile desde la ventana de nuestro hotel ya que no sabíamos nada, pero quedamos impactados. Escalofriante.
Pero si escalofriante fue el desfile chino, el viaje en barco desde Pakbarat a Koh Lipe lo fue aún mas. En el final de la temporada de lluvias en Tailandia nos cayó una tormenta en pleno mar como jamás habíamos vivido. Enormes olas zarandeaban el barco como una cáscara de nuez y entraban en el mismo empapándonos a todos y a todo lo que había en él. Se vieron caras de miedo y gente vomitando hasta que finalmente llegamos a nuestro destino.
Llegar a un lugar como Koh Lipe hizo que el viaje mereciera la pena. Playas de un intenso color turquesa y una arena tan blanca y fina que deslumbraba. Es la mejor playa que hemos visitado en la vida, y dudo que haya muchas en el mundo capaz de superarla. Si a esto sumamos que es temporada baja y apenas hay gente en la isla, bañándonos casi siempre solos y con unos precios increíbles, nuestra estancia se convirtió en una auténtica gozada.
Incluso en los momentos que el monzón descargaba sus últimas lluvias camino de los países del sur el paisaje era absolutamente irresistible. Una neblina cubría todo hasta casi quedarte sin visibilidad y el agua se tornaba de un color casi fluorescente que parecía sacado de una película de terror, realmente alucinante.
Hemos disfrutado mucho, hemos comido pescado hasta atiborrarnos por precios irrisorios y nos hemos alojado en un bungalow en la misma arena de la playa. Además los gin tonic nocturnos junto a nuestros amigos del Mellowmango Bar jugando a todo tipo de juegos han sido de lo mas divertido y yo he aprovechado para hacer algunas inmersiones en busca del tiburón ballena, que no he conseguido ver, pero que a pesar de ello han sido muy buenas, así como la barbacoa en una playa de una isla desierta, donde caía una cascada de agua dulce espectacular. Un lugar realmente bueno y que recomendamos a todos los que tengan pensado visitar Tailandia.
Después de unos días descansando de nuestro palizón por Java, volvemos a la carga visitando un lugar realmente especial para mí, que ya lo conozco del viaje con Paco y Alberto, el parque Nacional de Khao Sok. Pero eso os lo contaremos
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