martes, 2 de noviembre de 2010

DESCUBRIENDO LA AUTÉNTICA CAMBOYA


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Nos levantamos a las 5 de la mañana rumbo al embarcadero de Siem Reap, donde nos esperaba nuestro bote para poner rumbo a Battambang atravesando el rio. Pensábamos que el trayecto era de unas tres horas, pero se alargó a siete. No obstante la travesía fue realmente bonita, además de poder observar el modo de vida de la Camboya rural, la que no se ve en Angkor o Phnom Penh.

Las recientes inundaciones y el agua depositada en la temporada de lluvias han quedado los campos completamente inundados y nuestra embarcación parecía salirse del cauce del río por momentos, sorteando plantas y las copas de los árboles que asomaban a la superficie. Al mismo tiempo podíamos ver pequeñas barquitas de pescadores que faenaban en los alrededores.





Tras pasar por un gran lago que casi parecía el mar entramos en una parte donde el río era bastante amplio, y donde se asentaba una aldea flotante de pescadores. Era curiosos ver como el colegio, gestionado por UNICEF, estaba exactamente en el centro del cauce, y a los niños ir con sus mochilas en barquita. También podías ver quioscos y tiendas flotantes e incluso en barcazas que recorrían el río de un lado a otro de la aldea, así como a los pescadores trabajando. Absolutamente todo el mundo nos dedicaba una amplia sonrisa a nuestro paso.





Seguimos nuestro recorrido y continuamos viendo aldeas alrededor del rio. Pudimos darnos cuenta al fin de la simpatía de este pueblo, que a pesar de no tener nada no deja de sonreír. Mención especial merecen los niños, que salían a de las casas a la carrera agitando sus brazos como si les fuera la vida en ello: “helloooooooooooooo”, y una sonrisa de oreja a oreja que se tornaba en carcajadas cuando les devolvías el saludo. Encantadores.





El pueblo camboyano lo ha pasado muy mal, y siguen haciéndolo. La mayor parte de la gente carece de electricidad o agua corriente, y no era extraño ver a la gente aseándose en el río.

Por su parte Battambang, la segunda ciudad mas grande de Camboya, no es mas que un pueblo. Las calles estan a medio asfaltar y la gente vive en condiciones muy precarias, aunque, eso si, siempre lucen la mejor de sus sonrisas. También nos resulta curioso ver el contraste entre la gente que hasta para ir al campo se viste con camisa y pantalones de pinza con la enorme cantidad de mujeres que pasean en pijama por campos y ciudades.


Recorrimos los alrededores de la ciudad. Primero fuimos al tren de bambú, una plataforma que colocan sobre los raíles de las vías en desuso, ya que no circulan trenes , dotada de un motor de gasolina que enganchan con una correa a las ruedas para desplazarse. Es un método habitual para llevar y traer mercancías de los campos a la ciudad. Nosotros montamos en uno en un pequeño recorrido que tienen montado para los turistas y la verdad que van deprisa. Cuando te encuentras a otro que viene de frente, uno de los dos debe desmontar la plataforma y permitir el paso del otro.




Después visitamos una montaña donde pudimos ver las llamadas “cuevas de la muerte”, donde el ejercito del Khmer rojo mataba a cientos de personas cada día por el mero hecho de negarse a abandonar sus casas, tirándolas por un agujero, y donde todavía se acumulan sus restos. Ha sido el primer testimonio de la guerra que hemos visto, pero os contaremos mas adelante lo que hemos visto en la capital del reino. Además era facil ver carteles de campos que siguen llenos de vida, por lo que es muy importante no salirse de los caminos señalizados.




Tras visitar un bonito templo budista en lo alto de una montaña a la que se accedía por medio de unas escaleras atravesando enormes grutas pudimos disfrutar de un paseo por las aldeas, donde una vez mas los niños corrían a saludarnos y la gente nos sonreía sin cesar. Esta Camboya es muy distinta de la que vimos en Siem Reap, donde un ejercito de timadores ambulantes nos perseguía día a día y que nos pareció de lo mas cansino. Aquí uno se encuentra mas a gusto y se engancha del optimismo y la simpatía de los lugareños.





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